Vietnam y Nueva Zelanda
Los últimos viajes de Vázquez parecen buscar extraer enseñanzas que la izquierda vernácula ha rechazado hasta hoy, para cuyo aprendizaje no es necesario viajar, basta con razonar con pragmatismo, despreciar la carga ideológica y la fobia secular que la izquierda conservadora latinoamericana practica activamente.
¿Qué demuestra la realidad neozelandesa?, simplemente que frente a una economía proteccionista, con un alto déficit público y una presencia estatal en la economía agobiante para el desarrollo, fue necesario acometer reformas trascendentes y profundas que produjeron un fuerte sacudón a la economía y que con el tiempo produjeron sus benéficos efectos. Ruth Richardson, la comprometida líder de las reformas en Nueva Zelanda, no anduvo con paños tibios cuando en la década de los ochenta debió conducir el cambio. Tampoco tembló cuando debió privatizar áreas públicas para beneficiar a los consumidores. Hoy veinte años después, los gobernantes uruguayos, Vázquez, Astori, Mujica, etc. se enamoran del futuro cuando deberían comprometerse con el presente; no hacen lo que saben que hay que hacer para alcanzarlo, vuelven de su viaje admirados, y proclaman la inteligencia de los neozelandeses en mensaje por elevación a sus correligionarios que siguen empeñados en la fórmula de la lógica estatista. Pero de lo que allá se ha hecho, aquí nada.
Lo mismo aunque parezca paradojal ocurre con el viaje a Vietnam. ¿Qué fueron a buscar que no se conozca?, ¿es tan necesario llegar hasta allí para comprobar cómo Chile o México, mas cercanos por cierto, han logrado hacer explotar su comercio en EEUU mediante la firma de un TLC? Vietnam, paradigma sangriento de la lucha contra el imperialismo norteamericano, que ha dado letra al discurso secular de la izquierda en la región, se sacudió los prejuicios y acordó el libre comercio. Desde los dos lejanos lugares, pareció escucharse un discurso por elevación a la claque estatista y conservadora de la izquierda radical y no tan radical, a favor de las reformas del Estado, de la liberalización y del libre comercio con cualquiera. Mientras el país sigue atrapado en la incapacidad del gobierno de hacer lo que algunos de sus miembros confirman que es necesario, el Uruguay pierde el tiempo en estos viajes didácticos cuyo único propósito parece ser influir sobre la interna política del partido de gobierno.
¡Qué pérdida de tiempo para el Uruguay y para su futuro cada día menos cercano!