Adquisición de intereses de Ence reflota un gran proyecto inversor
Con el anuncio, hace ya varios meses, de que la empresa papelera española Ence buscaba un socio con alta capacidad financiera para sus proyectos uruguayos, la concreción de la iniciativa había ingresado en el terreno de las incógnitas. Ahora se anuncia que Ence vendió parte de sus bosques e instalaciones a la finlandesa Stora Enso y la chilena Arauco. Con sus previas adquisiciones en el país, ambas empresas se convierten en los mayores inversores forestales, con 255.000 hectáreas de bosques artificiales. Más que suficientes para alimentar la voracidad de una nueva planta de celulosa que multiplique la actividad nacional en ese rubro.
El precio se acerca a los 350 millones de dólares, y gente informada asegura que la transacción es la más grande realizada entre empresas privadas en la historia del país. Más allá de la cifra, es una buena noticia para todos los uruguayos, que en medio de la más grave crisis internacional de los últimos decenios ven a grandes inversores que en principio aparecen dispuestos a apostar muy fuerte al futuro del país. La noticia, que ayer se divulgó en las páginas informativas de Ultimas Noticias, señala que una asociación de capitales entre la productora de papel y celulosa Stora Enso, de Finlandia, y la forestadora y papelera Arauco, de Chile, adquirieron las plantaciones e instalaciones de la empresa española Ence, obligada por motivos financieros a reconsiderar sus proyectos nacionales.
Según se recordará, Ence había planeado instalar la primera fábrica de celulosa en las cercanías de Fray Bentos, donde incluso construyó en el paraje Bopicuá un puerto fluvial para facilitar los embarques de exportación y una planta de chipeado de madera para exportación, precursora de lo que debía ser la fábrica proyectada. Cuando estallaron las protestas argentinas contra la instalación de las dos fábricas de pasta de celulosa -Ence y Botnia- en costas del Uruguay cercanas a Fray Bentos, Ence finalmente decidió trasladar su proyecto a grandes predios que adquirió en las inmediaciones de Conchillas, en el departamento de Colonia.
La crisis internacional privó posteriormente a Ence de las fuentes de financiación con las que contaba para reunir los 1.500 millones de dólares estimados como costo del proyecto y abrió una instancia en que los inversores españoles intentaron establecer una sociedad con otra gran empresa del ramo para llevar adelante la iniciativa.
Tal solución no puedo concretarse. Finalmente, Ence vende buena parte de sus activos en Uruguay, incluyendo 130.000 hectáreas de campo propio y 13.000 de campo arrendado, con un total de 80.000 hectáreas ya forestadas, además de los terrenos e instalaciones en el departamento de Río Negro (con su puerto sobre el río Uruguay) y el gran predio sobre el Río de la Plata en las cercanías de Conchillas. Considerado solamente como negocio inmobiliario, la transferencia de la propiedad de las 130.000 hectáreas, 80.000 ya forestadas, habría significado un precio de alrededor de 2.700 dólares la hectárea, con un importante plus para el comprador en predios e instalaciones. Ence conserva una planta de chipeado en Montevideo y 30.000 hectáreas de bosques en la región atlántica.
Desde el punto de vista nacional, el ingreso de Stora Enso y Arauco abre la expectativa de que el proyecto central de Ence pueda nuevamente levantar vuelo y abrir nuevos cauces para la colocación en el exterior de trabajo nacional. En este terreno, declaraciones de funcio- narios de alto nivel de las empresas adquirentes abrieron un paréntesis de al menos un año en que se estudiará nuevamente la viabilidad del proyecto de instalar una nueva planta. Sería una muy mala noticia para el país que simplemente se optara por exportar chipeados los bosques adquiridos, con un agregado de valor nacional significativamente menor del que resultaría de la fabricación de celulosa. Incluso se acierta al decir que la gran meta forestal para Uruguay es que se siga agregando mano de obra nacional a las exportaciones de madera, lo que ocurre en mucho mayor grado en la exportación de tableros o muebles. Y en grado mínimo en la exportación de chips o de troncos.
Tanto Stora Enso como Arauco habían realizado ya en Uruguay fuertes inversiones forestales, por lo que la suma de la superficie de bosques con la que pasaron a contar luego de la adquisición de Ence alcanza las 255.000 hectáreas. Se señala que para sostener el funcionamiento de una planta de celulosa son necesarias 120.000, lo que muy claramente alienta la expectativa de que se concrete -quizá en otro lugar- lo que había sido el proyecto inicial de Ence, que con la venta recupera una posición financiera más cómoda para sus operaciones españolas.
Para Uruguay, esta inversión está preñada de buenas posibilidades. Es, antes que nada y en medio de una crisis internacional en que son avaras las fuentes de financiamiento una expresión de redoblada confianza en el país. Confianza que se proyecta hacia el futuro, porque las forestales son del tipo de inversiones que maduran a largo plazo y que requieren por ende una visión muy confiable del país en el que se colocan.
Es también la posibilidad de que se radique aquí otra planta de producción de celulosa, que aún sin ser la panacea en materia de valor de trabajo nacional incorporado a la madera es un paso adelante industrial de interés, con interesantes niveles de ocupación directa, astronómicas inversiones previas en construcción y significan una dinamización muy marcada de la actividad directa en la plantación y mantenimiento de bosques y en el transporte de madera.