MINERA EN EL OJO DE LA TORMENTA
La presencia de la minera Aratirí inició una espiral especulativa en el sector inmobiliario urbano y rural en una zona donde los precios eran tradicionalmente deprimidos. El alquiler de los inmuebles se ha multiplicado por cuatro, mientras crecen las protestas por la futura contaminación.
Es probable que en breve la localidad de Cerro Chato cuente con tres basurales para la disposición de residuos, y no con uno como hasta ahora, ubicados a corta distancia de este pueblo situado sobre el lomo de la Cuchilla Grande, en un punto geográfico que comparten los departamentos de Florida, Durazno y Treinta y Tres.
El cambio permitirá quitar presión sobre un predio ubicado a la vera de la ruta 7 y que hoy recibe residuos de los 4.000 habitantes de la localidad más septentrional del departamento de Florida, que seguirá funcionando con basura de la parte floridense del poblado, mientras que las áreas administradas por las demás intendencias contarán con basureros propios.
Esta es una de las señales del cambio que se está produciendo a pasos acelerados en esta parte del Uruguay profundo, invisible a los ojos montevideanos pero realidad cruda para los avecindados en la periferia de Valentines.
«En el último año los alquileres en el pueblo se encarecieron cuatro veces más, y nada indica que el fenómeno vaya a detenerse», dijo a Ultimas Noticias el secretario de la Junta Local de Cerro Chato, Álvaro Álvarez.
«Casitas que costaban $ 2.000 por mes, ahora valen $ 8.000», agregó.
El fenómeno no surgió por generación espontánea, sino por la omnipresencia de la minera Aratirí, que opera a escasos diez kilómetros del lugar.
Según el proyecto de la empresa, en la zona de explotación no vivirán pobladores establecidos, sino que estos residirán en poblaciones cercanas como Nico Pérez-Batlle y Ordóñez, al sur, un pueblo administrativamente separado en dos localidades cortadas por la vía del ferrocarril -también popularmente conocida como «Nico-Batlle»-, y Cerro Chato al norte.
EXPECTATIVA
Mientras en la escuela los infantes aprendieron a leer con el Texto Único, en Uruguay era un país con riqueza minera, y una de las referencias clásicas era el «hierro de Valentines», un yacimiento siempre referido pero nunca explotado.
Valentines es un paraje con un poblado y varios cerros de los que se dice que tienen ese mineral y, por añadidura, oro.
Del lado de Lavalleja se ubica una minúscula localidad situada a diez minutos de auto de Cerro Chato, hacia el sur, en un sitio limítrofe con Lavalleja.
El poblado pertenece casi en su totalidad a ese departamento, a excepción de una modesta calle de barro discurre del lado floridense del caserío, en tanto que a menos de medio kilómetro hacia el lado de Florida, se yerguen algunos cerros que prometen hierro y oro a granel.
La presencia del emprendimiento minero ha generado expectativas entre algunos lugareños e inquietud en otros.
«Ya nadie vende viviendas en el pueblo, porque con la llegada de Aratirí a la zona, la empresa adquirió a precio de oro las pocas viviendas disponibles en la localidad para alojar a su personal técnico y está tratando de hacer lo mismo con los campos que circundan el área de la posible explotación», agregó Álvarez que sucede en Cerro Chato.
«Aquí, el dueño de supermercado comenzó a comprar casas en la localidad y ya lleva adquiridas unas seis, con la idea de arrendarlas una vez que Aratirí comience con las tareas de explotación minera», añadió.
Todos los propietarios del lugar juegan a la espiral de precios del metro cuadrado o la hectárea, y abundan los relatos de vecinos que debieron construirse de apuro una casita para arrendar la propia «a los ingenieros de Aratirí».
Sin embargo, a la salida del pueblo -junto al basural que ahora sólo será para Florida- hay una lata atada al alambrado, con un graffiti que muestra el estado de ánimo que la obra provoca a los vecinos descontentos: «Aratití: ¿el Baño del Papa?», en referencia a la celebrada película uruguaya.
A pesar de las dudas, por las polvorientas calles de Cerro Chato deambulan los vehículos tradicionales de los lugareños, en paridad de condiciones con las enormes «4 x 4» del personal de Aratirí.
«Uno los distingue por la ropa», confesó Sánchez a Ultimas Noticias, un funcionario municipal de Florida que llegó hasta el pueblo trayendo herramientas para la Junta Local, mientras señala a personas con ropa de marca, hablando en medio de la calle de una localidad donde la moda más reciente se limita al alto de la caña de la bota o al color de las boinas de vasco.
La llegada de Aratirí generó además un revuelo político y social, por una eventual contaminación que provocaría la minera.