
Marchas contra el turismo masivo en Europa: protestas en España, Francia e Italia
El turismo masivo, considerado durante años como un motor de desarrollo económico, se ha convertido en una fuente creciente de tensión social en varias ciudades europeas. En España, las protestas ciudadanas han ganado fuerza en el verano de 2025, con un epicentro en Barcelona, donde vecinos exigen medidas concretas para frenar lo que denominan la “turistificación” de sus barrios. La situación no es exclusiva de Cataluña: Palma de Mallorca, Ibiza, Granada, Málaga y San Sebastián también han sido escenarios de marchas similares. La incomodidad ciudadana se replica en otros destinos turísticos de peso como Venecia o París, donde se alzan voces que claman por un modelo más sostenible.
Barcelona, símbolo de la resistencia
En Barcelona, la imagen de manifestantes armados con pistolas de agua que disparan a turistas desprevenidos ha dado la vuelta al mundo. No se trata de un juego: es una forma simbólica de expresar el rechazo a la masificación turística que, según los vecinos, ha encarecido el costo de vida, desplazado a la población local y transformado los barrios históricos en escenarios sin alma, repletos de tiendas de souvenires.
Carteles con frases como “Tourists go home” o “Barcelona is not for sale” se multiplican en fachadas y balcones del Raval, Gràcia y el Gòtic. La presión social, sumada a un diagnóstico urbano alarmante, ha llevado al Ayuntamiento a tomar una decisión drástica: a partir de 2028, quedará prohibido el alquiler turístico de viviendas particulares. Es una medida sin precedentes en Europa, que busca frenar la gentrificación y recuperar la función residencial de la ciudad.
Además, el gobierno nacional anunció recientemente la retirada de más de 66.000 alquileres ilegales publicados en plataformas como Airbnb. La cifra refleja la magnitud del fenómeno y la dificultad de su control.
Protestas en otros puntos de España
Barcelona no está sola en esta cruzada. En Palma de Mallorca, cientos de personas marcharon por el centro histórico reclamando límites claros a la llegada de cruceros y turistas de temporada alta. En Ibiza, el conflicto se intensifica por la pérdida de viviendas para residentes, especialmente trabajadores de temporada que no pueden pagar los precios inflados por el alquiler turístico. En San Sebastián, vecinos denuncian que el casco viejo se ha transformado en un parque temático gastronómico orientado exclusivamente al visitante extranjero. Málaga y Granada también han registrado protestas recientes.
Los organizadores de estas marchas argumentan que el modelo turístico actual no es sustentable. La infraestructura urbana, los servicios públicos y la calidad de vida de los residentes están al límite.
Venecia y el colapso de lo cotidiano
Italia también enfrenta las consecuencias del turismo desmedido. En Venecia, ciudad símbolo de la fragilidad urbana, los reclamos no son nuevos, pero han cobrado renovada fuerza en los últimos meses. Con una población estable en retroceso y más de 20 millones de visitantes anuales, la ciudad ha puesto en marcha un sistema de control con tasas de ingreso diarias y restricciones a los grupos organizados. Aun así, las movilizaciones continúan. “Vivir aquí ya no es posible”, repiten los venecianos.
El Louvre y el peso del turismo cultural
Incluso en París, donde el turismo cultural es un emblema nacional, se han encendido alarmas. En 2023, el Museo del Louvre recibió más de ocho millones de visitantes, el doble de lo que su infraestructura puede soportar sin afectar la experiencia de los usuarios ni las condiciones laborales del personal. Los trabajadores del museo, agobiados por la sobrecarga y la falta de personal, convocaron huelgas y protestas para reclamar mejoras y advertir sobre el riesgo de un modelo que privilegia la cantidad sobre la calidad.
Un modelo en crisis
Estas manifestaciones, que van en aumento, no buscan eliminar el turismo, sino rediseñarlo. Lo que está en cuestión no es el derecho a viajar, sino el derecho de las ciudades a preservar su identidad, sus servicios y su equilibrio. La consigna que une a todos estos movimientos ciudadanos puede resumirse en una frase que apareció en una pancarta en Barcelona: “Turismo sí, pero no así”.