El jueves de la semana pasada, el presidente de los Estados Unidos Donald Trump, durante su rueda de presa diaria sobre la evolución de la pandemia por coronavirus, consultó con los expertos si no sería una buena idea inyectar a las personas con desinfectantes ya que estos eliminan el virus en un minuto. Añadió que sería interesante que los médicos pudieron probarlo.
Las sugerencias de Trump generaron polémica en todo el mundo y sobre todo en los Estados Unidos. Los servicios de emergencias comenzaron a alertar urgentemente que no se podían tomar al pie de la letra los dichos del presidente.
Cuando una persona tiene un cargo tan relevante como el de Trump, es siempre un líder de opinión y debe cuidar muy bien el mensaje que transmite.
Sus opiniones generaron una reacción viral y una gran preocupación en las autoridades sanitarias. Parece una locura, pero varios estados están lidiando con el aumento de las llamadas a los centros de control por envenenamiento por haber ingerido desinfectantes. En Maryland, el gobernador admitió que son muchas las llamadas para preguntar si inyectándose o ingiriendo desinfectantes pueden combatir el virus.
En Illinois, hubo casos en hospitales de uso de desinfectante como enjuague bucal. Todo esto muestra la gravedad de los dichos del presidente. Está claro que cuando una de las personas mas poderosas del planeta alienta al uso de los desinfectantes, la gente escucha y puede realmente convertirse en un problema.
En su ultima rueda de prensa, se le consultó sobre un aumento en el uso de los desinfectantes en las personas y él contestó “No puedo imaginar porqué” y cuando se le preguntó si asumía alguna responsabilidad por los hechos sugirió “No, no lo hago”.
Ahora Trump no se hace responsable por sus dichos y dice que lo dijo en forma sarcástica pero lo dijo muy seriamente y quedó grabado. El daño está hecho.