Política

Corrupción y democracia

De las muchas definiciones de corrupción política, una de las más acertadas es aquella que sostiene que su ejercicio puede entenderse como el mal uso público del poder para conseguir ventajas ilegales, y su contrapartida es la transparencia en el desempeño de las mismas funciones. Los especialistas hablan de que aquellos países donde los niveles de corrupción son sostenidamente combatidos, evidencian una alta madurez política. ¿De qué tratan estas definiciones? En primer lugar, de las posibilidades concretas de desarrollo que tienen esos países: libertad económica, mercados libres, libre acceso de los ciudadanos a condiciones de bienestar, libertad de pensamiento, de reunión, de educación, de comunicación. No es casualidad que los países donde la corrupción es más incontrolable, todas las virtudes antes señaladas resultan extremadamente débiles, cuando no excepcionales.

Como uruguayo, puedo sentirme orgulloso de algunas cifras. En una reciente encuesta realizada entre organismos internacionales, en Hispanoamérica ocupamos el tercer lugar en cuanto a transparencia, apenas detrás de Chile y España, y el número 29 en una escala que comprende a más de 140 países. No alcanzamos los guarismos de naciones como Islandia, Dinamarca o Nueva Zelanda, pero teniendo en cuenta las múltiples dificultades que atravesamos a la salida de la dictadura, no es poco halagador ocupar uno de los primeros puestos. Ese lugar habla bien de nuestro sistema político, pero también de cada uno de los uruguayos que han sabido hacer propias las tareas de vigilancia y control. El Partido Nacional tiene en su escudo un lema que cada uno de sus integrantes respeta y cumple categóricamente: “Defensores de las Leyes”. El partido hoy está en la oposición y alguien podría decir que esa es tarea más fácil y menos comprometida que la de gobernar, pero no es así: nuestra responsabilidad es mayor, más ardua, más importante incluso que la que han asumido quienes ocupan puestos de gobierno. Hemos exigido cuentas y lo seguiremos haciendo, en el entendido de que esa es la única forma de garantizar a los uruguayos el acceso a los bienes de la democracia, la manera más responsable y digna de ejercer la política desde la oposición y el único camino para eliminar de raíz el flagelo devastador de la corrupción.

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