En Metzen y Sena se justifican un esfuerzo estatal de salvataje
Si alguien analiza las causas de las dificultades económicas que hoy vive Metzen y Sena, la fábrica nacional de elementos cerámicos, va a advertir que una de las peores rémoras estribó en el costo interno de los combustibles, insumo esencial para el horneado de las piezas, que aquí tiene precios muy superiores a los de la competencia regional. Es un buen motivo para mirar la situación con una actitud distinta a las viejas recetas de la economía liberal, promoviendo una intervención estatal que evite el cierre y ofrezca el respiro necesario para encontrar un nuevo inversor. En fin, está por delante el ejemplo de las economías de los países centrales, que durante la reciente crisis financiera prodigaron fondos públicos para mantener en funcionamiento desde bancos a automotoras.
La principal fábrica uruguaya de vajilla y cerámicas para revestimiento y artefactos de baño vive un momento de graves dificultades económicas. La situación pone en cuestión el destino laboral de 750 trabajadores, casi todos ellos radicados en la pequeña población de Empalme Olmos (4000 habitantes), en el departamento de Canelones. Y afecta créditos de acreedores por alrededor de 28 millones de dólares que los propietarios de la planta han sometido a un concordato judicial.
El suceso ha dado lugar a intensas gestiones del personal ante las autoridades, con la meta de mantener la producción de la fábrica, cosa que han hecho en los últimos días con materiales y combustibles disponibles. La Justicia, por su parte, designa al interventor que tendrá a su cargo la gestión -o la liquidación- de la planta.
En el caso de esta fábrica del interior del país, ligada a un pueblo que difícilmente resistirá el impacto económico del cierre del establecimiento, se entiende corresponde que el Estado encare medidas tendientes a preservar esta importante fuente de trabajo pero sin que ello implique asumir su gestión empresarial.
Varias circunstancias explican una consideración que se entiende excepcional. En primer lugar, Metzen y Sena compite con productos extranjeros con pesadas condicionantes, tributarias del mayor costo nacional de la energía que se consume. Buena parte de los costos asociados a la fabricación de productos cerámicos tiene su origen en el fuerte consumo de energía necesario para cocinar y esmaltar las piezas. Metzen, incluso, había apostado con fuerza a la modificación de sus instalaciones para funcionar con gas natural, combustible que llegó finalmente al país en condiciones no tan favorables, en volumen y precio de los suministros, como las que pueden darse en otros países del Mercosur. No obstante, los responsables de la fábrica habían realizado una fuerte inversión para adaptar hornos y depósitos para el uso de gas natural.
El otro gran insumo de la planta es la arcilla utilizada para la producción de cerámica, que se extrae de una cantera de muy alta calidad ubicada en Blanquillo, departamento de Durazno. También allí hoy se vive la inquietud por el destino de la fábrica, en tanto los funcionarios de la cantera y los transportistas que realizan el traslado del material también temen por su fuente de trabajo. Metzen consume entre 200 y 250 toneladas diarias de material, menos que en otras épocas en que no se vivía con la misma intensidad la competencia de productos extranjeros, pero aún interesante para la economía de la cantera.
Otra consideración que inclina a promover una intervención pública en el mantenimiento de la fuente de trabajo es la constatación de que están vigentes estímulos de interés para la radicación de emprendimientos industriales en el interior del país, lo que pone de manifiesto el interés del Estado en radicar fuentes de trabajo fuera de la capital. Tiene que ser paralela la aspiración del Estado de mantener las fuentes que ya existen, a las que también cabe darles un apoyo sólido.
Finalmente, los últimos tiempos han sido pródigos en ejemplos de países que abandonan las viejas recetas para ofrecer un respaldo económico a empresas que de otro modo cerrarían sus puertas. En EE.UU., por ejemplo, los salvatajes fueron desde grandes instituciones financieras hasta gigantes de la industria automovilística, pasando por bancos más pequeños y empresas de seguros de gran porte. Algo que también ha ocurrido, durante la reciente crisis financiera, en varios otros de los países centrales. Aquí no se está hablando de miles de millones de dólares sino de un pasivo de un porte todavía accesible, en que el principal acreedor es precisamente un Estado que por el momento puede manejar sin sobresaltos los temas de tesorería.
El cambio de criterio señalado en los países más industrializados responde en buena parte a los efectos generales de la caída de una empresa en el bienestar de una sociedad. Un cierre representa mucho más que una pérdida para empresarios y trabajadores, sino que compromete a todos.
En el caso de Metzen y Sena, fundada en 1937, se cerraría una larga trayectoria, con la circunstancia agravante de que buena parte de su personal alcanzó esa edad en que ya es casi imposible una reubicación laboral. Y ese personal también capitaliza un acervo de experiencia en el arte de fabricar cerámica que el país desperdiciaría en el caso de un cierre y la condena al desempleo a la que se sometería a un importante grupo de trabajadores, todos pertenecientes a una localidad en la que la actividad económica está indisolublemente ligada a la suerte de la planta en peligro.
Por lo expuesto no cabe dudar que a través de un inversor o de otras formas de gestión privada se debe hacer lo posible para mantener en funcionamiento una industria que ha demostrado su utilidad y que en buena parte fracasa como consecuencia de costos internos que la pusieron en una situación de difícil competencia. No obstante, los apoyos que se brinden deben buscar la viabilidad económica de la empresa y por lo tanto, necesariamente deben ser acotados.