Plan Ceibal edifica un sólido puente sobre la brecha digital
Nicholas Negroponte inauguró un congreso en Uruguay junto al presidente Tabaré Vázquez. Este último aprovechó para calificar de “revolucionario” el Plan Ceibal, y le asiste razón. En todo caso es el único gran esfuerzo vigente por trascender la enorme brecha educativa que separa a nuestros niños y jóvenes de los que forman parte de las sociedades que mejor preparan a los suyos para darles un lugar en el mundo del conocimiento.
La visita a Uruguay de Nicholas Negroponte colocó nuevamente bajo la atención informativa el Plan Ceibal, iniciativa que se adhiere al desafío mundial lanzado por el notorio investigador y está en vías de dotar de una computadora a cada uno de los niños que asisten a la escuela pública uruguaya. Destacado especialista en informática y profesor del prestigioso Instituto de Tecnología de Massachusetts, Negroponte es el padre del esfuerzo internacional por dotar de una computadora portátil a cada uno de los niños y jóvenes de las naciones menos favorecidas, en ánimo de reducir el ancho de la profunda brecha digital que les aparta de conocimientos claves para encontrar un mejor destino en el mundo de hoy.
La iniciativa de Negroponte ha merecido generalizada atención, pero Uruguay es uno de los primeros países que anuncia un compromiso total con su propuesta y señala su intención de darle una de estas computadoras a cada uno de los alumnos de la educación primaria pública. La propuesta original ha sido conocida como Olpc, por las iniciales en inglés de “Un laptop para cada niño” y tenía como premisa el fabricar a un costo cercano a los 100 dólares una computadora con la potencia necesaria para manejar un arsenal de programas educativos y darle a los niños la ocasión de navegar por Internet. La sigla Olpc, por otra parte, se ha convertido en el nombre de la organización que preside Negroponte y adopta las decisiones sobre la dotación de hardware y software del pequeño PC educativo.
En etapas en las que no se ha alcanzado aún una escala de producción capaz de llevar los costos a valores inmediatos a los de la meta inicial, los pequeños ordenadores ya se distribuyen y Uruguay fue el primer país en colocar un pedido firme de 100.000 unidades. Según se consigna en las páginas oficiales de Olpc el único otro país que realizó varios meses después una compra masiva fue Perú, mientras que menudearon las adquisiciones de partidas reducidas desde distintos países, para implementar planes pilotos de evaluación. El empresario mexicano Carlos Slim realizó también una compra de 50.000 unidades para donarlas a niños de su país.
Tras su participación en un encuentro sobre innovación que inauguró el presidente Tabaré Vázquez, Negroponte visitó ayer la escuela de Villa Cardal, en el departamento de Florida, cuyos alumnos fueron los primeros en recibir las computadoras del proyecto. Y Vázquez, en el discurso que pronunció al abrir la reunión internacional, calificó al Plan Ceibal como “una revolución”.
La afirmación del presidente no parece el fruto de un desmedido entusiasmo. Darle una computadora a cada niño es realmente un cambio decisivo para su formación. La informática irrumpió en cada uno de los aspectos de la realidad que vivirán estos niños, particularmente en el ámbito laboral. Y así como es imposible enseñar equitación sin caballo tampoco resulta posible que alguien llegue a entenderse con una computadora sin tener una. Una computadora, aun pequeña y poco potente, le brindará a los niños uruguayos una oportunidad de crecer y de prepararse para una realidad en que hasta los tractores ya vienen con ordenador y conexiones satelitales. El aporte es además integrador, en medida que en prácticamente todos los hogares con mejores ingresos los niños tienen acceso a las computadoras o se familiarizan con recursos informáticos hasta por la vía de juguetes o de consolas de juego, lo que les otorga una ventaja comparable con la que tienen los niños en cualquier parte del mundo desarrollado, donde el uso de estos recursos es general y se difunde ampliamente en los institutos educativos.
En estas columnas se ha insistido en la necesidad de revisar las políticas educativas uruguayas a la luz de las enormes brechas que se constatan entre la formación de nuestros estudiantes y los conocimientos que adquieren alumnos de países desarrollados que son precisamente los más exitosos en materia de crecimiento del producto, aplicación de políticas sociales y distribución de la riqueza. En ese sentido se han señalado varias veces los resultados de los dos estudios efectuados por la Ocde y que compararon los conocimientos adquiridos por alumnos de 15 años en distintos países, cuyos resultados no son nada estimulantes para quienes confíen en que la educación uruguaya puede ser un trampolín hacia el éxito laboral y la prosperidad de los alumnos que forma.
Este hecho resulta especialmente deprimente al advertir que nadie dentro del sistema educativo parece estar reflexionando lo que realmente importa -los bajos niveles formativos- mientras se debate ardorosamente sobre reivindicaciones corporativas en cuanto a la administración del poder dentro de los organismos de enseñanza. En ese panorama, no cabe otra cosa que señalar que el Plan Ceibal aparece como el único gran esfuerzo vigente por darle a los niños uruguayos herramientas capaces de hacerles salvar parte del ancho puente sobre una brecha que no es solo digital, sino educativa. Brecha que apunta a ubicarlos como ciudadanos de segunda o tercera en el mundo del conocimiento. Y que es necesario superar, hasta descartando de plano esos cuestionamientos que frustran lo bueno en nombre de una entelequia mejor. Nuestro país ha dado buenos jinetes porque tenían el caballo al lado. Se trata de lo mismo, pero con una computadora.