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¿Porqué Argentina celebra su Marcha del Orgullo en noviembre y no en junio como el resto del mundo?

Mientras que en la mayor parte del mundo el Orgullo LGBTIQ+ se celebra en junio, Argentina tiene su propia tradición: la Marcha del Orgullo se realiza el primer sábado de noviembre. Ese desfasaje en el calendario no es casual, ni superficial, ni meramente folclórico. Es resultado de la historia local, de la lucha política en tiempos difíciles y también de una decisión sanitaria y social que marcó a toda una generación.

A nivel global, el 28 de junio es la fecha que simboliza el origen contemporáneo del movimiento. Ese día, en 1969, tuvo lugar la revuelta de Stonewall en Nueva York, cuando personas LGBTIQ+ enfrentaron a la policía tras una redada en el bar Stonewall Inn. Ese hecho detonó la militancia moderna por los derechos civiles disidentes en Estados Unidos y pronto su símbolo se expandió al mundo: junio es hoy el mes más visible de marchas, banderas arcoiris, festivales, campañas contra la discriminación y activismo en Europa, Estados Unidos, Oceanía, y buena parte de Asia.

En Argentina, sin embargo, la historia tomó otro camino.

La primera Marcha del Orgullo en Argentina se realizó en julio de 1992, todavía con la marca reciente de un país que venía de atravesar la dictadura. Aquel día se juntaron poco más de 300 personas, muchas con máscaras para que no se les viera la cara, por temor a perder el trabajo o sufrir represalias familiares. Al año siguiente, en 1993, las organizaciones decidieron mover la fecha a noviembre. El argumento fue concreto, urgente, humano: evitar exponer a las personas con VIH al frío del invierno. En los años 90, la crisis sanitaria del VIH era brutal en Argentina, sin tratamientos eficaces aún accesibles, con estigma extremo y con un sistema que desbordaba.

Mover la marcha fue, en ese contexto, una decisión política atravesada por la prevención y el cuidado colectivo. Desde entonces, noviembre quedó instalado como el mes argentino del orgullo.

Esa particularidad se mantuvo. Y lejos de ser un detalle menor, expresa algo más profundo: el orgullo argentino no se limita a replicar fechas internacionales. Es parte de una tradición propia de lucha, hecha desde acá, con las condiciones locales, con nuestra historia y nuestras urgencias.

La Marcha del Orgullo en Buenos Aires se realizó el domingo 2 de noviembre y convocó a cientos de miles de personas. Es una fiesta popular y política que atraviesa generaciones completas: activistas pioneros, nuevas identidades, infancias, familias enteras, un país más abierto y más consciente. También es una plataforma para seguir reclamando derechos pendientes, denunciar retrocesos y defender conquistas logradas a fuerza de calle: matrimonio igualitario, identidad de género, cupo travesti-trans, ESI, acceso a salud digna.

Noviembre, entonces, no es solo una fecha distinta: es memoria histórica y presente en acción. Es la marca de que el amor y los cuerpos disidentes tienen voz y lugar, aquí y ahora, en verano, con sol y sin miedo. Argentina no celebra más tarde. Argentina celebra a su manera.

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